Friday, November 27, 2009

Tarde, como siempre, comienzo a subir al blog los artículos publicados en "El Barrio Villa Pueyrredón".

Y como para empezar siempre es preferible arrancar por el principio, aqui dejo la primera nota aparecida alla por diciembre de 2004 bajo el título...


Ultramontanos y Progresistas

De pronto y casi sin previo aviso la Ciudad de Buenos Aires y la Argentina toda se vio nuevamente envuelta en un conflicto que enfrenta fanáticos progresistas con fanáticos reaccionarios.

Como si hubiéramos vuelto a los años sesenta y al sangriento episodio “laica o libre” ambos sectores desempolvaron sus armas, guardadas desde la discusión de la ley de divorcio, y tomaron las calles y los medios de comunicación como verdadero Armagedón para el enfrentamiento final.

Pero esta vez las causas del enfrentamiento florecieron por doquier y casi el unísono. Primero la exposición de León Ferrari; luego, la ley de educación sexual y, para terminar de calentar la cuestión, el aborto.

Ultramontanos por un lado y progresistas por el otro han entrado en colisión, muchas veces violenta, y pusieron al conjunto de la sociedad en la disyuntiva de estar a favor de uno u otro sin posibilidad de reflexionar acerca de los temas en cuestión y, sobre todo, acerca de las posiciones que defiende cada sector.

El desafío, como siempre, es intentar una visión crítica de los temas ya que ambos sectores se enfrentan desde posiciones dogmáticas irreductibles que, como tales, impiden que los contendientes lleguen a algún acuerdo, por mínimo que este sea.

El método consiste en separar la paja del trigo, discernir entre lo dogmático y lo razonable y fijar una posición que lleve al bien común; lo que debería ser el fin último pero es sistemáticamente olvidado.

León Ferrari, el provocador pueril.

Con grandes aspavientos se inauguró en el Centro Cultural Recoleta la muestra retrospectiva del artista plástico León Ferrari.

El octogenario artista basa su obra en denostar al cristianismo, al cual acusa de condenar a la gente infierno, y a dios, por crear males tales como el SIDA y las hemorroides (sic).

Sectores fundamentalistas vinculados a la iglesia católica reaccionaron con suma violencia (verbal y física) provocando la reacción de los sectores progre que se indignaron en nombre de la libertad de expresión y de los derechos humanos.

Visto desapasionadamente, los ofendidos católicos tienen todo el derecho del mundo a ofenderse por una obra cuyo objetivo precisamente es el de ofenderlos.

Ferrari hace todo por ofender, denostar, vilipendiar y ridiculizar todo aquello que es sagrado para un cristiano. Desde Jesús hasta la Virgen María, pasando por todos los santos; todo es insultado por Ferrari con minuciosidad quirúrgica.

El objeto declarado del artista es “sacar a media humanidad de vivir en el error” del cristianismo. Este argumento, sacado de su contexto, podría estar incluido en el manual de instrucciones del mismísimo Torquemada; lo cual demuestra hasta qué punto los fundamentalistas se hermanan en sus declaraciones.

Los ultramontanos, por su parte, arremetieron contra el relapso, fornicador y herético Ferrari, condenándolo a arder en el infierno y, mientras se espera la condena divina, llamaron a una cruzada para destruir la obra del impío. Y casi lo logran.

Lo cierto es que León Ferrari es un provocador, pero un provocador pueril que no acepta las consecuencias de sus actos.

Es pueril en su concepción artística ya que su obra carece de poesía, es decir de significados ocultos, símbolos, dobles lecturas. Pero, sobre todo, carece de belleza; y esto en una obra de arte es imperdonable.

La obra de Ferrari parece pertenecer al territorio de la publicidad o del diseño gráfico, más que al artístico, y con una clara intención propagandística. Y todo esto con el agravante que no logra convencer a nadie más que a los que ya están de su lado. Esto la convierte, además, en inútil.

Pero más pueril que su obra es el provocador mismo.

Ferrari provoca pero no se banca la reacción de su provocación, quejándose como un chico caprichoso al que le no le dan la razón. En lugar de plantarse y hacer frente, Ferrari sacude el avispero y raja a esconderse.

Lo que no se comprende es qué razón mueve a un artista a dedicar su vida a retratar aquello que más odia. Si algo no sabemos de León Ferrari es que le gusta, que lo emociona o que lo hace feliz.

Por su parte los sectores católicos se ofenden ante tamaña desmesura con desmesuras mayores y al grito de “con la vieja no te metás que es una santa”, arremeten contra Ferrari y su obra. Suena también pueril.

El cardenal Jorge Beregoglio, hombre de exquisita inteligencia, aunque se lo vea un tanto desdibujado últimamente, se expresó también en términos muy duros contra la muestra. Tal vez, opino humildemente, hubiera sido preferible una sonrisa tolerante y el recuerdo de la infinidad de obras maestras que la cristiandad tiene para mostrar. Una sola pincelada de Miguel Ángel vale por toda la obra de Ferrari.

En medio de todo esto, el Gobierno de la Ciudad, quedó nuevamente descolocado y sin respuestas entre dos fuegos. Como un niño en medio de la pelea entre la Madre iglesia y el Padre progresismo. ¿Pueril?; usted responda.

Educación sexual, todo por los niños.

Usted: ¿está avivado?. Pues si no lo está, pronto lo avivarán en la escuela más cercana a su domicilio.

Cuando éramos niños, aquellos que ya pasamos los cuarenta largos, la educación sexual se limitaba a estar o no “avivados”. Lo cual comprendía la adquisición de una serie de conocimientos que iban desde los misterios de la concepción y el nacimiento hasta la teoría del acto sexual incluyendo nomenclaturas (coger, fifar, garchar, etc.) y un rudimentario manual de posiciones amatorias (el Teto, la Piragua, el Zorro, etc.).

Estos conocimientos se adquirían básicamente en dos lugares: el recreo y la vereda. Y estaban impartidos por docentes que, habitualmente no superaban los 11 años de edad a partir de palabras dichas en voz baja e infinidad de chistes de Jaimito como libros de texto.

Con estos saberes la humanidad partió desde su cuna africana hace 40.000 años y llegó al mundo globalizado del siglo XXI.

Hoy el mundo y la sociedad han cambiado y estar “avivado” no alcanza. La proliferación del SIDA, el problema del embarazo infantil y adolescente y la necesidad del estado de controlarlo todo hacen imperiosa la necesidad de aplicar la educación sexual a los planes escolares curriculares.

Obviamente nuevamente los ultramontanos salieron con los botines de punta contra los progre que respondieron y todo termino a los golpes fuera y dentro de la castigada legislatura porteña.

Los argumentos de ambos sectores son harto conocidos. La salud física y psíquica por parte de los defensores de la educación sexual escolar y, por el lado de los conservadores, el derecho de los padres a educar sexualmente a los niños según sus creencias.

Con respecto al último argumento debemos dejar en claro que la educación sexual nunca estuvo en manos de los padres y, mucho menos, en las de aquellos padres que pretenden tenerla en sus manos.

Quienes pretenden esto son, en general, lo padres menos propensos a hablar con sus hijos, no solo de sexo sino de prácticamente cualquier cosa que comprometa su posición de poder frente a los niños / adolescentes.

La iglesia, como de costumbre, mantiene sus posiciones ortodoxas de abstinencia como única solución a los males planteados sin ver que la situación de la sociedad hace que los pibes (y as pibas) vivan con las hormonas a tope todo el tiempo.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, dice Serrat. Y la verdad es que los adolescentes comienzan su vida sexual mucho mas temprano que antes, que el sexo ocasional es moneda corriente, que las relaciones homosexuales son francas y abiertas y que el SIDA hace estragos en todos los estamentos sociales. Si el deseo de los sectores contrarios a la educación sexual es retornar a las condiciones anteriores a la revolución sexual delos años sesenta, les respondemos con otra canción: el tiempo no para (La Bersuit)

Por su parte, los sectores impulsores pretenden una inclusión curricular desde el preescolar, lo que parece excesivo, o planes consensuados entre directivos y padres, lo cual suena, al menos, poco operativo.

En materia educativa, en general, lo que abunda no daña y saber más es siempre mejor que saber menos. Sin embargo, ¿es necesario que toda educación sobre todos los temas deba estar impartida desde el sistema escolar?

Tras la pretensión de los sectores impulsores subyace la intención de institucionalizar la totalidad de la educación o, al menos, una gran parte de ella.

La escuela tiene como función primordial la de uniformar los conocimientos y dar una base mínima que sirva de cimiento a la personalidad. Pero exceder los limites de los contenidos tradicionales avanzando sobre lo que es privativo de la personalidad (ideologías, creencias, gustos, etc.) parece un avance del estado sobre esferas privadas, no ya de los padres de los educandos, sino de los mismos educandos.

Nuevamente aparece en ambas posiciones, aparentemente encontradas, un mismo afán autoritario: controlar a las personas a través del control del contenido de sus conocimientos.

Permitir una adquisición de saberes informal y anárquica atenta fuera de la hegemonía del estado, la iglesia o los padres y promueve ciudadanos libres, críticos y potencialmente peligrosos.

Educar, en sentido etimológico, significa extraer (ed: hacia fuera; ducere: conducir) o guiar hacia el exterior lo que el educando tiene dentro, hacer evidente lo oculto. Esto es lo contrario a instruir que es introducir lo que el maestro, agente del estado en definitiva, pretende que el niño sepa, y nada más.

No vaya a ser que se terminen “avivando”.

Aborto, ojos bien cerrados

Se calcula que en la Argentina se provocan alrededor de medio millón de abortos al año, todos ellos ilegales y que miles de mujeres mueren o quedan con secuelas insalvables a causa de los mismos.

Negar esta realidad es cerrar los ojos ante uno de los problemas de salud pública mas acuciantes que enfrenta nuestro país y condenar a una práctica ilegal a quieres por violación o ignorancia padecen un embarazo no deseado o, peor aún, a quienes llevan en su seno una criatura con malformaciones, a veces incompatibles con la vida.

Quienes somos padres sabemos muy bien la alegría que significa la espera de un hijo deseado y la esperanza con que se lo espera. Y algunos, también, saben de la desesperación y angustia que provoca un embarazo no buscado y las consecuencias de abandono, explotación y hasta de muerte que acarrea en ciertos casos.

Los denominados abortistas tratan el tema con una liviandad pasmosa.

Agitada básicamente por sectores feministas, la bandera de la despenalización del aborto es tomada como un derecho y una afirmación de a libertad de las mujeres y como una conquista a lograr; en lugar de mostrarlo como lo que es, un verdadero drama que precisa de una solución, no solo física, sino psicológica.

Despenalizar el aborto debe implicar la asistencia total de la madre afectada y de la familia, en caso que la tenga. Caso contrario brindarle la contención social adecuada.

También se debe contemplar la información previa acerca de la opciones en cuanto a adopción.

Pero, sobre todas las cosas, la madre debe tener la posibilidad de tener a su hijo y no decidir acuciada por una situación socioeconómica o familiar. Si la madre desea conservar al hijo, sea cual fuere su situación, la sociedad debe darle la oportunidad de hacerlo.

Pero todo esto es posterior.

Antes se debe evitar por todos los medios los embarazos no deseados. Y esto se logra a través de una verdadera educación sexual y no por la instrucción de conocimientos sexuales como si fuera matemáticas o geografía.

Por otra parte la mayor parte de las madres abortantes son niñas y adolescentes en edad escolar que no van a colegio. Nuestro acotado punto de vista se centra en la realidad social de las ciudades y no de las millones de jóvenes que en todo el país cargan con niños por decenas o que son tentadas a venderlos en un mercado negro infame y que mueve millones de pesos; en el que están implicados médicos políticos y jueces de todo el país.

Quienes fogonean el abortismo suelen ser tilingas que pueden pagar fortunas por deshacerse de embarazos no deseados en clínicas totalmente equipadas y en perfectas condiciones de higiene y asepsia. No necesitan recurrir a parteras que ejercen en el fondo de un almacén poniendo en juego la vida y por lo tanto no se preocupan por las consecuencias psíquicas, familiares y sociales de un aborto, por mas legal que sea, en una “negrita villera”, o en una adolescente sola y desesperada.

O tal ves sean ONGs que manejan millones de dólares, tantos como para tener un barco clínica, y que sin duda responden a planes orquestados en el primer mundo para los países periféricos, como nosotros. (si les interesa busquen el “Informe Kissinger” NSSM 200, se encuentra muy fácilmente en internet)

¿Puede alguien suponer que manteniendo la ilegalidad del aborto disminuirá el medio millón que hoy se realiza o qué aumentará ese número por legalizarlo?

O, ¿Cree alguien que simplemente legalizándolo se terminarán la secuelas psíquicas, familiares y sociales que acarrea el aborto?

A modo de conclusión.

La batalla aún no termina y los contendientes no se dan tregua.

El desafío sigue siendo evitar caer en las redes de los bandos en pugna, y el sentimiento de culpa que acarrea no apoyar una causa que creemos justa por no compartir las motivaciones de quienes la motorizan.

Para dejar las cosas en claro considero que Leon Ferrari debe exponer su obra donde y cuando quiera; los legisladores deben aprobar una ley de educación sexual no solo en la ciudad de buenos aires sino en todo el pais y, por ultimo, se debe legalizar el aborto y terminar con las terribles secuelas que la ilegalidad acarrea

Pensar en forma independiente es siempre la posición más incómoda.